Foto: conquista20.wikispaces.com
Los colombianos nos estamos
acostumbrando a una justicia mediática, en la que todos quieren tener la razón
por encima de los fiscales y los jueces. No ayuda para nada a la labor de
impartir justicia que los medios hagan encuestas como la de esta semana en W Radio: ¿Qué opina de la situación jurídica del
exministro Andrés Felipe Arias después de negársele la libertad por tercera
vez?
Y no sólo eso. Sino que
comentaron este caso como el de un “pobre hombre” con el que se está cometiendo
una injusticia. Independientemente del drama que está atravesando Arias y su
familia, lo cierto es que determinar su libertad es de resorte exclusivo de los
jueces que llevan su caso. Ellos tienen el conocimiento que el ciudadano de a
pie no, y por eso no deberían poner a opinar al pueblo sobre algo que desconoce.
Pero este es el caso más reciente
y, se podría decir, que el menos grave. Uno de los más emblemáticos donde la
gente cree tener más razón que la misma Fiscalía es el del asesinato del joven universitario
Luis Andrés Colmenares. Tanto así que los implicados Laura Moreno, Jessy
Quintero y Carlos Cárdenas son culpables
para un gran porcentaje de la población, sin que hayan sido vencidos en juicio
aún.
Lo vimos también con la ex secuestrada
Ingrid Betancourt, quien se vio
presionada a renunciar a una indemnización a
la que pudo haber tenido derecho porque “el pueblo determinó” que era una reclamación
injusta. Sin embargo, muchos de sus compañeros de cautiverio, sin mucho ruido,
recibieron unas sumas considerables del fisco nacional por los perjuicios causados.
En términos de impartir justicia
somos demasiados emocionales y eso no es bueno para una sociedad. Ante un hecho
que genera indignación pedimos a gritos: cadena perpetua o la pena de muerte
para los responsables. Algunos políticos sucumben ante la tentación de esos clamores
populares como la Senadora Gilma Jiménez, vocera del referendo de prisión
perpetua para los violadores de menores.
Defender a nuestros
niños de los violentos es un tema que nos preocupa a todos. Sin embargo, el Congreso, en su
sabiduría, decidió hundir la iniciativa con argumentos sólidos al encontrarlo
inconstitucional. Lo que preocupa es que se legisle al clamor de las masas. ¿Y qué
tal si de aquí a mañana, las mayorías se indignan con algo menos grave que la
violencia contra los menores? ¿Quién tiene el rasero para medir qué delitos
merecen o no una cadena perpetua? ¿El pueblo? El hecho de que muchas personas
piensen de una misma manera, no quiere decir que necesariamente tengan la
razón.
Es cierto que los medios de
comunicación tienen una función fiscalizadora de los tres poderes: el
ejecutivo, el legislativo y el judicial. Pero la fiscalización debe hacerse, en
mi concepto, con una distancia prudente que deje actuar. En el caso de la
justicia, sin conjeturas sobre procesos en curso, ni “mini-referendos” para medir
qué tan populares son las medidas de los jueces. Esto sólo entorpece la ya difícil tarea de impartir
justicia.
Seguir a Ricardo Solarte en Twitter: www.twitter.com/@ricardosolarte
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