miércoles, 27 de marzo de 2013

Del amor y el desamor


Foto: www.ajilbab.com

Debo reconocer que soy un amante de la viejoteca, de esos éxitos bailables de todos los tiempos que prenden fiestas. En mi lista de Grooveshark tengo una canción de la nunca bien ponderada Sonora Dinamita llamada “El Desamor”. Aunque por su título parece un culebrón para botar lágrima, su mensaje es positivo.

Esta canción hace ver el vaso medio lleno donde otros lo ven medio vacío. Dice: “... el amor es un viento, que cual viene que va, se muere y al momento vuelve a resucitar. Si me enamoro algún día, me desenamoraré, para tener la alegría de enamorarme otra vez…” los amantes de la música vieja deben saber de qué canción les hablo.

Esta composición le resta importancia al dolor del desamor para darle relevancia a la alegría de volver a enamorarse. Jaime Jaramillo “Papa Jaime” dice, con toda razón, que los colombianos somos producto de una cultura del sufrimiento. Hemos crecido con la falsa creencia de que para ser felices o reconocidos por los demás debemos haber pagado una alta cuota de dolor.

De hecho algunas personas se jactan de sus padecimientos cuando en una conversación interrumpen diciendo: “eso es nada, a mí sí que me ha tocado duro en la vida...”, y cuentan su tragedia, como si se tratara de un gran mérito.

En las relaciones sentimentales también nos impusieron el sufrimiento. Las canciones de amor son extrañas. La gran mayoría de los artistas le cantan al desamor y al despecho como una cruz que se carga. Como si el amor fuera una rosa con muchas espinas con las que inevitablemente nos debemos topar.

Nada más lejos de la realidad. Cuando uno emprende una relación sentimental lo hace porque quiere pasar a un estado de bienestar superior. Es decir, abandona su soltería, en la que se siente plenamente realizado para compartir su vida con alguien que lo va a hacer aún más feliz.

Sin embargo, no siempre resultamos siendo buena compañía. La razón puede ser simple. Es probable que no seamos capaces de enfrentar y gozar nuestra soledad por falta de amor propio, quizá.  Y si hay carencias de fondo difícilmente seremos un buen complemento para otra persona.

Enamorarse en la justa medida es otra de las recomendaciones, no mía, ni más faltaba. La hace el reconocido médico neurofisiólogo colombiano, Rodolfo Llinás. “La gente se mete unas enamoradas que casi no pueden ni respirar” dijo Llinás en una entrevista en Caracol Radio. Argumenta que esto atenta contra nuestro bienestar.

No más cultura del dolor y el sufrimiento. Tener la capacidad de enamorarnos es el regalo más grande que nos da la vida. Gocémonos todos los momentos que le robemos al amor, y cuando llegue la hora de desenamorarnos, pues cantemos como la Sonora Dinamita: “…me desenamoraré, para tener la alegría de enamorarme otra vez…”

Posdata: para quienes no lo saben, Grooveshark es una página web en la que se pueden escuchar música vía streaming de manera gratuita. Puede tener su propio listado de canciones y escucharlo a donde vaya. Lo mejor, hay toda clase de música y el sonido es buenísimo.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Las cárceles no dan abasto, ¿qué hacemos?


Foto: tomada de www.juanmannuelgalan.com

Que eso esté pasando en una sociedad es grave. Y la solución no es la construcción de nuevos centros penitenciarios, al menos no es la de largo plazo. Eso es como ponerle paños de agua tibia a una fractura, calma el dolor por un instante, pero al cabo de un tiempo reaparece con más fuerza.

La cárcel Modelo de Bogotá, con capacidad para 2.907 internos alberga en este momento 6.958 reclusos. Es decir, un 139% más de su capacidad real. Pero el hacinamiento no es exclusivo de las grandes ciudades, el establecimiento carcelario de Mocoa Putumayo, que puede alojar 360 presos, hoy tiene 680, 88,9% más de su capacidad. Según cifras del censo carcelario manejado por el Inpec con corte a febrero 28 de este año.  

Las noticias de cárceles hacinadas que estamos viendo por estos días en la televisión es el síntoma más diciente de una sociedad enferma. Padecemos un cáncer que hizo metástasis y deberíamos empezar por preguntarnos por qué delinquen las personas.

Son muchas las razones, pero normalmente, la mayoría de los presos de este país provienen de hogares disfuncionales. Se los digo con conocimiento de causa, pues trabajé para el Inpec por más de cuatro años.

Cuando se habla con los internos y se conocen sus historias de vida se encuentran factores comunes: pobreza extrema, padres con problemas de adicción a las drogas o al alcohol, y madres que toleran esta situación “porque fue la vida que les tocó vivir”.

Pero  no nos digamos mentiras, también hay delincuentes de clases altas. En la estirpe más educada de este país, la que más oportunidades de educación tuvo en las mejores universidades de Colombia y del extranjero. De esos encontramos muchos en el pabellón de  parapolíticos de la Picota.

Y también los hay en la clase media, gente del barrio, la que conocemos usted y yo desde niños, que crecieron con nosotros y a los que suponemos nunca les faltó nada. Esos casos en los que a uno le queda difícil entender cómo una persona con unos papás tan buenos y ejemplares  terminan en la cárcel.

Pues bien, hay un común denominador en los delincuentes de las tres clases sociales: una crisis de valores. Como dijo el saliente presidente del Grupo Éxito Gonzalo Restrepo, en una entrevista con la revista Semana: "la juventud de hoy, por muchos fenómenos que vivió el país, quiere que el éxito llegue muy rápido, sin el trabajo prolongado, sin mucha persistencia y sin mucha lucha. Y todas las cosas van llegando en el momento oportuno... La cultura mafiosa y del dinero rápido acabó con una forma de trabajar, de sembrar y cultivar”.

Es responsabilidad de  nosotros, los padres de las nuevas generaciones, enseñar a nuestros hijos que toda meta tiene un proceso, y que se debe trabajar de manera inteligente, metódica y constante para alcanzarla.

Debemos enseñarles a tener cero tolerancia con el delito y la trampa. Y eso se hace con el ejemplo. No pretendamos formar personas honestas cuando tenemos un código de ética endeble que nos hace proclives a algunos actos que pueden parecer insignificantes pero que lanzan mensajes equivocados a nuestros hijos.
  
Por ejemplo, robar televisión por cable o pegársele al vecino porque así es más barato; pasarse un semáforo en rojo; buscarle la trampa a los impuestos para pagar menos; comprar películas piratas y apoyar una industria delictiva millonaria que viola los derechos de autor; o hacer declaraciones de ingresos falsas para pagar menos en la universidad de nuestros hijos. En fin, esa cultura del vivo, que parece inofensiva, no es más que la legitimación de la trampa y el delito para nuestros hijos.

viernes, 15 de marzo de 2013

¿Por qué ahorrar?

Nunca había escuchado una respuesta tan filosófica y a la vez tan certera: “Se debe ahorrar para ser libre”, dijo el codirector del Banco de la República, César Vallejo, cuando uno de mis colegas periodistas se lo preguntó hoy durante la celebración del Día Internacional de la Inclusión y Educación Financiera de los Niños.

A reglón seguido dijo que ahorrar mejora la autoestima, nos hace crecer como personas, y nos ayuda a formar un patrimonio autónomo. “Todos tenemos malos momentos en los que se requiere dinero con urgencia. Es más fácil sobrellevar esa situación si se cuenta con un ahorro”, agregó Vallejo. Versión  respaldada por la presidenta de Asobancaria, María Mercedes Cuéllar.

Dos economistas de la mejor trayectoria que hubieran podido ahondar en cifras y estadísticas de la importancia del ahorro, fueron contundentes en una respuesta que debe hacer reflexionar a muchos: “ahorrar para ser libres”.

Y es que sin duda, la libertad es la mayor ganancia que nos da el ahorro. Sólo cuando somos austeros podemos tomar decisiones en busca de nuestros sueños, sin ataduras. No es normal que los adultos dependan económicamente de sus padres. Ni viceversa. El ahorro es el mejor seguro para el presente y para tener una vejez digna.

A reglón seguido  otro de los periodistas preguntó sobre las limitaciones para no ahorrar, y la asesora del programa de Finanzas para el Cambio, Julieta de Guarín, dio en el clavo: “el problema no es de plata. Tenemos niños en los colegios más pobres de Medellín, en las comunas, donde nos decían que sólo tenían para el pasaje. Pero han logrado ahorrar 500 pesos semanales”.

Julieta sostiene que el problema de nuestra cultura es de valores. Le damos más importancia a la ostentación que al ahorro. Y no es un problema exclusivo de las clases menos favorecidas. En todos los estratos se valora más el lujo y la ostentación que la austeridad.

De esta manera quienes dicen que el dinero no les alcanza para ahorrar, a su vez tienen un teléfono de última tecnología que no necesitan, se visten con la última moda y los zapatos más costosos del mercado. Siendo que, la que debería ponerse de moda es la austeridad.

El papa Francisco llegó dando ejemplo de ello al renunciar a los lujos que ofrece el Vaticano. Se quedó con el viejo crucifijo de metal oscurecido en lugar de lucir el de oro que está reservado para el máximo jerarca de la iglesia. Dicen que en su natal Buenos Aires andaba en bus, cocinaba sus alimentos y no tenía secretaria.

No se trata solo de ahorrar dinero. La austeridad debe ser una política transversal de vida. Esto dijo el presidente del Bancolombia, Carlos Raúl Yepes, en un video de educación financiera para niños: “Las restricciones generan creatividad. Se debe ahorrar recursos, desde lo  económico, ambiental, y social.  Se debe hacer más con menos”.  

Seguir a Ricardo Solarte en Twitter: www.twitter.com/@ricardosolarte

jueves, 14 de marzo de 2013

¿Cómo meterse a la “rosca”?


Hace poco escuché la manida frase: “lo malo de la rosca es no estar ella”. Y tienen toda la razón quienes la expresan, qué mejor que estar con aquellos que tienen el poder para que  nuestra vida profesional y personal sea más exitosa. Y esto no solo aplica para el sector público, también en el  privado. De hecho, así lo señala una investigación reciente que salió publicada en el Diario El Tiempo, donde se sostiene que la mejor manera de conseguir un empleo es con una recomendación.

Y no es para menos, las personas conforman sus equipos con quienes conocen y saben que hacen bien su trabajo. Y en el sector público, ni se diga, las vacantes son ocupadas por el recomendado del político de turno. Lo malo es que, a diferencia del sector privado, aquí las capacidades del candidato pasan a un segundo plano. Claro está, hay excepciones de profesionales idóneos, que además de tener el “palancazo político”, tienen todos los méritos profesionales para ocupar esos cargos.

Pero bueno,  no es de recomendaciones de lo que les quiero hablar. Hoy quiero compartir con ustedes  algunas reflexiones en mi corta experiencia laboral y, que creo, me han funcionado para moverme “dentro de la rosca” en el sector privado, donde me he desempeñado hasta ahora.

1. Entender que las  “roscas” son generaciones: cada momento de las empresas tienen a un grupo de personas que las dirigen. Muchas de las empresas hoy se encuentran al mando de los conocidos como “baby boomers”, quienes nacieron entre 1940 y 1970. Ellos son los altos directivos de grandes compañías,  y muy seguramente se quieren rodear de personas con una experiencia similar, a quienes conocen y tienen las competencias necesarias para ocupar dichos cargos.

2.  Hay chance para los más jóvenes: pero como en las empresas no solo hay “caciques”, sino también mucho “indio”, hay un gran espacio para cargos, también importantes, de los cuales dependen grandes equipos de trabajo. Este es el campo que está abierto para las personas que, como yo, pasamos de los 30 y estamos en una de las edades más productivas de nuestra vida laboral. Pertenecemos a la Generación X, los nacidos entre 1974 y 1980. Tenemos una que otra especialización, y acumulamos unos 10 años de experiencia laboral. No somos “ningunos aparecidos” y podríamos aplicar a un cargo interesante en uno de esos proyectos que están siendo manejados por nuestra generación.

3.  Quienes están ocupando importantes cargos fueron nuestros compañeros de clase: ojo, no son otras personas distintas. Quienes hoy están dirigiendo grandes proyectos en todos los campos de la economía, somos quienes pertenecemos a la generación X. Entonces aquí resulta clave tener las mejores relaciones con todas las personas. No se puede pretender estar en “la rosca” de ambiciosos proyectos cuando las habilidades sociales no le dan para tener un buen círculo social. Es importante saber rodearse y cultivar relaciones con personas que le ayuden a conectar con buenos negocios.

4.    La vida laboral es un "asadero de pollos": y como en un asadero de pollos hoy estamos arriba y mañana abajo, y seguramente vamos a necesitar de las personas que están arriba para que nos den una mano y “nos lleven” en sus proyectos. Por eso es clave dejar siempre las puertas abiertas y mantener las mejores relaciones con todas las personas. Los conflictos solo cierran puertas, hasta que llegas a un punto en el que estás solo.

5.   Sin talento no busques grandeza: así dice un estribillo de una canción, y es cierto. A las personas talentosas muy difícilmente les faltará el trabajo. Ser talentoso es, en esencia, hacer bien el trabajo que le encomiendan, con mucha pasión, en el tiempo pactado y con la mejor calidad. Eso hace que uno “se recomiende solito”. Recordemos que somos un producto y que como tal debemos vendernos, y el “voz a voz” es la mejor arma para mercadearnos.

6. Tener capacidad de propuesta: nada mejor que alguien creativo que aporte ideas para la solución de problemas y que ayude a descubrir nuevas maneras de hacer las cosas. Eso cuenta mucho a la hora de ser tenido en cuenta en los grandes proyectos del sector privado. No hay que esperar a que te lo pidan, hay que pensar en proyectos que les puedan mejorar la vida a otras personas o empresas y presentar propuestas bien sustentadas.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Otra vez se equivoca Capriles


Foto tomada de www.hayuncamino.com

Comenzó mal la segunda campaña relámpago por la presidencia  de Venezuela en la que de nuevo  compite como candidato por la oposición  Henrique Capriles. Lo vimos por televisión con discursos altisonantes y ofensivos. Y no es pareciéndose al chavismo como se ganan las elecciones.

Si yo fuera un venezolano que no comparte el chavismo seguramente quisiera encontrar a un candidato en la oposición que me muestre otra forma de país, pero sobre todo otra manera de hacer política. Lejos de los insultos, la chabacanería y haciendo énfasis en lo verdaderamente importante: su propuesta de gobierno.

Capriles debería concentrar sus esfuerzos en mostrar las salidas a las grandes dificultades económicas que dejaron 14 años del Gobierno Chávez. Porque, si bien es cierto, en este período se redujo la pobreza a unos niveles nunca vistos en América Latina y así lo reconoce entidades ajenas al oficialismo como Banco Mundial o la Cepal. También lo es que se hizo con cargo al erario público. Es decir, se está dando el pescado sin enseñar a pescar y eso no es sostenible en el largo plazo.

La inseguridad es otro de los problemas al que Capriles debe plantear soluciones. Pero hay uno aún más grande y es la polarización. Hoy somos testigos de dos venezuelas distintas dentro de una misma patria. La de los pobres que anhelan una continuidad en el socialismo del siglo XXI como lo llamó Chávez. Y la de los oligarcas, también bautizados así por el desaparecido presidente.

Capriles debería hacer su mejor esfuerzo por mandar un mensaje de hermandad. Debería recalcar la necesidad de tener un pueblo unido como lo quiso el mismo Bolivar, que tanto cita el chavismo. Es hora de que la oposición venda un mensaje que refleje las necesidades reales de los venezolanos sin importar su estrato.

El próximo 14 de abril seguramente Nicolás Maduro estará celebrando su victoria como presidente electo y en ejercicio de Venezuela. Esa es una realidad de a puño. Sin embargo el período de Maduro debería ser aprovechado por la oposición venezolana para reinventarse y convertirse en una real alternativa para todo el pueblo venezolano, sin exclusiones.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Una recarga de mil, ¡por favor!


Quienes hagan estas recargas en sus celulares, ya no tendrán que preocuparse por consumirla en menos de 24 horas. Dese el próximo primero de abril la vigencia de las recargas de celular, sin importar su valor, será de 60 días a partir de su activación.

De esta manera se acaba el abuso de los operadores cuando obligaban a los usuarios a consumir su recarga, en algunos casos, en menos de 24 horas.  Esto lo ordena la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) mediante la Resolución CRC 4040 de 2012.

Pero hay más, 24 horas antes de que se cumplan esos 60 días de vigencia, el operador tendrá que enviar un mensaje de voz o texto en el que se informe al consumidor que su recarga está a punto de vencerse.
Y los saldos que no se consuman podrán ser recuperados por el usuario cuando haga una nueva recarga en un plazo de al menos 30 días adicionales a partir del vencimiento de dicha vigencia, sin que ello implique costo alguno para el usuario.

Cada vez son  más las medidas en beneficio  de los consumidores prepago, que conforman el 80% de los abonados. La otra buena noticia es que por fin  las llamadas desde los móviles Claro, antes Comcel, a otros operadores tendrá el mismo costo. Es decir, se acaban las tarifas preferenciales entre los usuarios del mismo operador. Esto también se debe a que la CRC se lo ordenó.

Es cierto que una posición dominante del mercado, como la que tiene Claro en este momento (60% del mercado de telefonía celular), permite abusos. Lo más sano para los usuarios es que los operadores compitan en condiciones parejas.

De igual manera,  la guerra  de tarifas en telefonía celular se está poniendo buena. Al mercado colombiano llegó Virgin Mobile, una empresa que funcionará en un modelo de negocio similar al de Uff. Es decir, mediante la venta de Sim card con planes flexibes, económicos y sin ataduras.

Como quien dice, por fin, en materia de telefonía celular los usuarios están empezando a mandar. Además recuerde que la ley de portabilidad numérica nos da la opción de cambiarnos de operador cuando no estamos a gusto y llevarnos nuestro número a otro lado donde  “nos consientan”.