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Esta semana el turno fue para Icollantas, una empresa
nacional emblemática que por más de medio siglo generó desarrollo y empleo para
muchas familias, dijo adiós. Cierra su planta de producción porque no puede
competir con las llantas que entran de otros países a precios mucho más bajos.
Hace apenas un par de meses se despidió la firma Hernando
Trujillo. Aunque en este caso hubo problemas en la gerencia después de que pasara a manos de la segunda generación, lo cierto es que la industria de
la confección está amenazada con la entrada masiva de prendas de la China e
India a precios con los que es difícil competir.
¿Qué está pasando? Las empresas locales no están preparadas
para enfrentar la competencia externa, donde gracias a diversos factores, como
las políticas de Estado, se puede ser más competitivo. Como lo dijo un líder gremial a la revista MisiónPyme que está próxima a salir: “Colombia
es un país de economía abierta, pero con unos costos de producción de economía
cerrada”.
Producir aquí es costoso en términos de mano de obra,
servicios como la energía y el gas (unas de las más caras del continente), más
la cascada de impuestos distritales y nacionales. Para rematar: las
devoluciones de IVA, que deberían hacerse de manera eficiente, pues se trata de
dinero de la empresa y no del Estado, se demoran por encima de los seis meses.
En síntesis: los empresarios están financiando al Estado. Faltaba más.
La edición especial de la Revista MisiónPyme, que sale al
mercado la próxima semana, en la que se analizan 30 sectores de la economía, y donde participé como investigador y
redactor, muestra la cruda realidad de la industria local. Al conversar con
muchos de los empresarios, uno queda con la sensación de que aquí no hay nada más que
hacer, y apague y vámonos.
Es cierto que no pasa con todos los sectores, pero la
mayoría están siendo afectados de manera grave con la entrada en vigencia de
los tratados de libre comercio que se firmaron en el gobierno pasado y en este.
Y lo más preocupante es que vienen más. Colombia adoptó un modelo de economía
abierta en el que no hay vuelta de hoja; por eso en el Senado hace curso un TLC
más: Corea del Sur.
¿El problema es el libre comercio o la pobre competitividad de
nuestros empresarios? Yo diría que lo segundo, pues los países desarrollados logran
fortalecer su industria a raíz de los tratados. La solución que está dando el Gobierno a los afectados se basa en una política de subsidios a diestra y siniestra.
Cada vez que un sector sale a protestar por sus difíciles condiciones, se le da
contentillo. Y esos
recursos finalmente salen del bolsillo de todos los colombianos.
Es cierto que en estos tiempos de globalización, un país no podría quedarse con una economía cerrada, como una isla.
Pero también lo es que cuando se decide dar ese paso se deben hacer todos los
ajustes internos necesarios para que no haya muchas víctimas en el camino. Es
probable, para pesar nuestro, que el caso de Hernando Trujillo y el de
Icolllantas sean sólo los primeros de muchos. Espero, y deseo estar equivocado.
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